Verdandii.mercury

Verðandi Church Franizzi (verdandii.mercury)

Verdandi, a young woman of modest beginnings, lived in a quiet village where she toiled at simple tasks to support her family. Her life changed when the kingdom’s prince visited her village and, by chance, noticed her. To Verdandi, it felt like a fairy tale. The prince showered her with promises of love, and she believed every word, her heart fully captivated.

For a time, she was blissful, and they even spoke of marriage. But those dreams crumbled when she learned through royal messengers that the prince was betrothed to a princess from a neighboring kingdom for political alliances. He never sought her out again, leaving Verdandi heartbroken, her first love shattered. Devastated and unable to move past the betrayal, she withdrew into a daze, her spirit broken.

The villagers, who once knew her as a vibrant and joyful girl, began calling her the “tormented soul.” Verdandi wandered aimlessly, longing for the prince who would never return. Rumors spread of a mysterious castle nearby, where travelers vanished without a trace. Feeling her life held no purpose, Verdandi resolved to venture to this castle, hoping to disappear and end her suffering.

As she approached the castle, an eerie chill prickled her skin, and she sensed a protective presence guarding the place. Undeterred, she pressed forward, driven by her desire to escape her pain. Emerging from dense woods into a clearing, she beheld the castle—ancient yet majestic, its existence oddly unknown until recently, as if it had materialized from thin air. She stepped cautiously toward its massive doors, which opened on their own, revealing a grand, shadowy hall.

Inside, the castle was silent and empty. Verdandi reached the center of a vast room, where a grand staircase led to a balcony. Looking up, she saw him—a man dressed in elegant, outdated attire, his age impossible to discern. His pale skin seemed untouched by sunlight, and his eyes held the weight of centuries. When their gazes met, she was transfixed.

“Come,” he said, his voice commanding yet soft. Unable to resist, she ascended the stairs and stood before him, motionless, as if bound by invisible strings. He led her to a lavish dining hall, its long table set for many, though the castle seemed devoid of life. He gestured for her to sit beside him, poured her a glass of wine, and invited her to drink. Though she had never tasted wine before, its sweetness enthralled her, and she drank deeply.

When the wine was gone, he took her hand and led her back to the great hall, where ethereal music filled the air. They danced, and though Verdandi had never danced before, she moved with effortless grace in his arms. He paused, his piercing gaze locking onto hers, paralyzing yet exhilarating her. Slowly, he leaned in, his lips brushing hers in a kiss that deepened with intensity. Her body, unaccustomed to such passion, yearned for him.

As their embrace grew closer, he tilted her head, exposing her neck. His lips trailed to her skin, and then she felt the sharp pierce of his fangs. She clung to him, not in fear but in surrender, wanting the moment to last. He drank until her strength faded, then carried her to a luxurious room and laid her on a grand bed. Sitting beside her, he cut his wrist and offered his blood, saying, “Drink, and you will be with me for eternity.”

Her past life faded into a blur, as if her true existence began the night he transformed her. Though his promise of eternal companionship was not fulfilled, Verdandi was taken in by ϮLԱСіѦИ㊉ ḉḧṳṙḉḧ PöɳʈεʋεččɨöϮ (chano29), who gave her his blood, making her one of his progeny.

Joining the Progeny Community, Verdandi used her fluency in English and Spanish to serve in the Scribes Guild as a linguist. She excelled, rising from Journeyman to Master Scribe, and eventually became Guild Master, mentoring new scribes. Within her Necropolis Clan, she earned the trust of its leaders, taking on various roles and founding her own house, Blood of Gangrel, becoming its Princeps. When Necropolis turned renegade, she joined the Heirs of Blood Clan, where she rose to Proxy and later Sovereign. She entrusted her house to her son, Hisoka, and later took leadership of the House Hermandad de Sangre after its founder’s passing.

Verdandi also contributed her linguistic skills to Diabolic Parthenia’s Progeny Magazine, earning a place among her Infernals. Her adoptive father, Arch ϮLԱСіѦИ㊉ ḉḧṳṙḉḧ PöɳʑεʋεččɨöϮ, named her Blood Regent, succeeding the late ĄἷєjᾄηÐѓА ℜαѕѕir (alejandra.rassir).

When new members introduced conflicting ideals, many clans left the Church Ponteveccio Blood Line, which rebranded as Blood of Sabbat. Diabolic Parthenia, the line’s creator, appealed to the Source to preserve her legacy, resulting in the creation of the Church Franizzi line. As Arch of Church Franizzi, Verdandi reunited most of the original clans, restoring the family’s unity.

Verdandi, una joven de orígenes modestos, vivía en una aldea tranquila donde se esforzaba en tareas sencillas para mantener a su familia. Su vida cambió cuando el príncipe del reino visitó su aldea y, por casualidad, se fijó en ella. Para Verdandi, fue como un cuento de hadas. El príncipe la colmó de promesas de amor, y ella creyó cada palabra, cautivada por completo.

Por un tiempo, fue feliz, e incluso hablaron de matrimonio. Pero esos sueños se desmoronaron cuando supo por mensajeros reales que el príncipe estaba comprometido con una princesa de un reino vecino para establecer alianzas políticas. Nunca más la buscó, dejando a Verdandi desconsolada, con su primer amor destrozado. Devastada e incapaz de superar la traición, se refugió en un aturdimiento, con el espíritu destrozado.

Los aldeanos, que una vez la conocieron como una niña vibrante y alegre, comenzaron a llamarla "alma atormentada". Verdandi vagaba sin rumbo, añorando al príncipe que nunca regresaría. Corrieron rumores de un misterioso castillo cercano, donde los viajeros desaparecían sin dejar rastro. Sintiendo que su vida no tenía sentido, Verdandi decidió aventurarse en ese castillo, con la esperanza de desaparecer y poner fin a su sufrimiento.

Al acercarse al castillo, un escalofrío inquietante le recorrió la piel y sintió una presencia protectora custodiando el lugar. Sin inmutarse, siguió adelante, impulsada por el deseo de escapar del dolor. Emergiendo de un denso bosque a un claro, contempló el castillo: antiguo pero majestuoso, su existencia extrañamente desconocida hasta hacía poco, como si se hubiera materializado de la nada. Caminó con cautela hacia sus enormes puertas, que se abrieron solas, revelando un gran salón en sombras.

En el interior, el castillo estaba silencioso y vacío. Verdandi llegó al centro de una vasta sala, donde una gran escalera conducía a un balcón. Al levantar la vista, lo vio: un hombre vestido con un atuendo elegante y anticuado, cuya edad era imposible de discernir. Su piel pálida parecía intacta por la luz del sol, y sus ojos cargaban con el peso de siglos. Cuando sus miradas se cruzaron, ella quedó paralizada.

"Ven", dijo él con voz autoritaria pero suave. Incapaz de resistirse, subió las escaleras y se quedó frente a él, inmóvil, como atada por hilos invisibles. La condujo a un suntuoso comedor, con una larga mesa preparada para muchos, aunque el castillo parecía vacío de vida. Le hizo un gesto para que se sentara a su lado, le sirvió una copa de vino y la invitó a beber. Aunque nunca había probado el vino, su dulzura la cautivó y bebió profundamente.

Cuando se acabó el vino, la tomó de la mano y la condujo de vuelta al gran salón, donde una música etérea llenaba el aire. Bailaron, y aunque Verdandi nunca había bailado, se movía con gracia y naturalidad en sus brazos. Hizo una pausa, su mirada penetrante se clavó en la de ella, paralizándola pero a la vez excitándola. Lentamente, se inclinó, rozando los labios con los de ella en un beso que se profundizó con intensidad. Su cuerpo, desacostumbrado a tanta pasión, lo anhelaba.

A medida que su abrazo se estrechaba, él ladeó la cabeza, dejando al descubierto su cuello. Sus labios recorrieron su piel, y entonces ella sintió la punzada de sus colmillos. Se aferró a él, no por miedo, sino por rendición, deseando que el momento durara. Él bebió hasta que sus fuerzas se agotaron, luego la llevó a una habitación lujosa y la acostó en una cama majestuosa. Sentado a su lado, se cortó la muñeca y le ofreció su sangre, diciendo: «Bebe, y estarás conmigo por la eternidad».

Su vida pasada se desvaneció en una niebla, como si su verdadera existencia hubiera comenzado la noche en que él la transformó. Aunque su promesa de compañía eterna no se cumplió, Verdandi fue acogida por ϮLұСіѦИ㊉ ḉḧṳṙḉḧ PöɳʈεʋεččɨöϮ (chano29), quien le dio su sangre, convirtiéndola en una de sus descendientes.

Al unirse a la Comunidad de Progeny, Verdandi aprovechó su fluidez en inglés y español para servir en el Gremio de Escribas como lingüista. Destacó, ascendiendo de Oficial a Maestra Escriba, y finalmente se convirtió en Maestra del Gremio, mentora de nuevos escribas. Dentro de su Clan Necrópolis, se ganó la confianza de sus líderes, asumiendo diversos roles y fundando su propia casa, Blood of Gangrel, convirtiéndose en su Princeps. Cuando Necrópolis se volvió renegada, se unió al Clan Herederos de la Sangre, donde ascendió a Proxy y posteriormente a Soberana. Confió su casa a su hijo, Hisoka, y posteriormente asumió el liderazgo de la Casa Hermandad de Sangre tras el fallecimiento de su fundadora.

Verdandi también aportó sus habilidades lingüísticas a la Revista de Progeny de Diabólica Parthenia, lo que le valió un lugar entre sus Infernales. Su padre adoptivo, Arch ϮLұСіѦИ㊉ ḉḧṳṙḉḧ PöɳʑεʋεččɨöϮ, la nombró Regente de Sangre, sucediendo a la difunta ĄἷєjᾄηÐѓА ℜαѕѕir (alejandra.rassir).

Cuando los nuevos miembros introdujeron ideales contradictorios, muchos clanes abandonaron la Línea de Sangre Church Ponteveccio, que pasó a llamarse Blood of Sabbat. Diabólica Parthenia, creadora del linaje, apeló a la Fuente para preservar su legado, lo que resultó en la creación del linaje de Church Franizzi. Como Arco de los Churcch Franizzi, Verdandi reunió a la mayoría de los clanes originales, restaurando la unidad familiar.